31 enero 2006

Nieve y alcohol

Sábado, diez de la noche. Plaza de España. Nevada por todo lo alto. Punto de reunión para la posterior celebración de cena de amigos y compañeros. De Purísima y Oro se percata de los esfuerzos de una pobre señora intentando sujetar a su "amigo" que no siente las piernas y que pide que le dejen sentarse en el suelo. La sufridora insiste en que no puede dejarle así, en ese estado. Nos acercamos para echar una mano, y sujetar al pobre hombre que no hace más que repetir que no sabe lo que le ha pasado. Nos cuenta su historia: "...yo estaba bien, incluso he estado bailando con esta señora, pero de repente cuando he salido no sé que me habrá pasado...". Será la nieve, el cambio de temperatura, ¡no me jodas! Hombre, yo creo que ya es mayorcito (le echaremos los sesenta y tantos) para saber de los efectos del alcohol. Se acercan unos jovenzuelos, de unos 15 años, y se prestan a llamar inmediatamente al 112. Luego dicen que los jóvenes no son educados, ni atentos, etc. Bueno, alguno queda por lo que se puede ver. En estas el protagonista que dice que de ambulancias nada, que ahora se coge un taxi para ir a la estación y coger el tren a Viana. En el camino hasta la fuente con la bola del mundo y mientras le sujetamos a dúo De Purísima y Oro y yo (uno por cada brazo), mi colaborador le comenta al protagonista que se deje de preguntarse qué le ha pasado, que lo que le pasa es que está "mamao".
- Que sí, que lo que te pasa es que estás "mamao".
- Mamao, yo? Mamao, yo?
- Sí hombre, sí.
- Yo no estoy mamao, de eso nada.
No falla, a un borracho, le dices que está borracho y se enfurece. Bueno, visto que no tiene arreglo la cosa, pasamos al plan de tranquilizar al protagonista.
- Que no, que ha dicho "mareao", que estás mareao
- Ah! Sí, un poco mareao sí estoy
- Pues ya está, no pasa nada, habrá sido una bajada de tensión apostillo, a ver si así se calma el buen hombre
A todo esto, los jovenzuelos siguen la jugada de cerca para no perder detalle, incluso le preguntan a la señora si es su mujer. Los dos responden al unísono: "bueno, sí, no, una amiga de hace tiempo". Total, que mejor no preguntar más, a saber lo que se cuece...
En fin, se nos hace la hora y allí dejamos al protagonista sentado en la fuente sujetado por la amiga, los jovenzuelos que avisan al 112 de nuevo para que no manden la ambulancia porque parece que ya se tiene en pie el buen hombre y sus agradecimientos por la ayuda y la insistencia en que mamao no está.
A la altura de la plaza de Madrid la ambulancia del 112 que aparece con las sirenas y las luces en pleno funcionamiento en dirección a plaza de España.
¿Cómo acabaría el cuento?